LAS CHUSCHUDAS DEL FAMATINA


por JENNY LUJAN
Asamblea de Famatina y Chilecito 
para el
      ENCUENTRO DE MUJERES DE LA OTRA CAMPAÑA


Somos solo mujeres,
Pero esa es nuestra gran virtud,
De ser altivas y hermosas
Porque somos la historia nueva,
Porque somos territorio,
Porque somos la Pachamama,
Porque somos flor y revolución…

Amanece, el sol se asoma tímidamente iluminando la cumbre del nevado que majestuoso se muestra tras una noche plateada. Son las 6,35 y en la barrera un grupo de jóvenes debate la organización de talleres para ese día. Todos y todas hablamos mucho por estos días. Cabildeo de miradas, se  toma la palabra, se opina, se decide, se planea, se organiza, se distribuyen tareas, en fin, se construye democracia participativa.
Inés prepara el mate con muña mientras Margarita amasa las tortillas, Germinal riega la calle con dos grandes baldes. Carolina limpia el frizzer, Gloria barre con una escoba de jarilla el Altar de los Santos. Desde lo alto del cerrito que nos cubre, se ve el campamento despertar lentamente. Unos duermen alrededor del fuego que ya agoniza entre tizones moribundos. El cumpa Julio levanta la basura mientras pone en marcha la radio que nos trae las noticias. En un par de horas escucharemos a Walter diciendo que hay visitantes que quieren subir al corte para que pasen a buscarlos. El pan llega calentito de la mano del Flaco de Campanas, la María espera a la Vicenta preparando las ollas que se lucen sobre la mesa mientras el canal de riego distribuye el agua bendita que nutre nuestros sembradíos. Agua que baja del Famatina impregnado las gritas de la tierra, agua que nos da vida y nos define ancestralmente agricultores.
Lentamente se pone en marcha un día más en el campamento, la guardia nocturna se apresta a descansar  y comienzan a llegar los y las vecinas con sus canastas donde no falta el mate, el pan casero y la tortilla.
No paramos de recibir donaciones de alimentos, verduras frescas, frutas, bidones de agua. El ritmo del candombe aun resuena en la cabeza y en nuestros cuerpos luego de una noche de baile y encuentro. Cientos de compañeros y compañeras de toda la provincia y provincias vecinas compartieron un fin de semana cargado de palabra, de ritmos, de expresión artística, de encuentros, de solidaridad. La trutruca (instrumento de viento mapuche) suena a lo lejos en manos del Chuña de Belén convocando a los espíritus ancestrales del rio Amarillo y retumbando en las quebradas que definen un paisaje inigualable en el Alto Carrizal.
Entre mate y mate irrumpe la pregunta de Sofía, una cumpita que nos vista ¿Quiénes son las chuschudas?  La mirada cómplice de las lugareñas se cruza entre risas tímidas y carcajadas, “las mujeres de Famatina y Chilecito” responde Germinal señalándonos. “Así nos llama el gobernador” dice Yanina orgullosa.
Si, somos las chuschudas (despeinadas en lengua quechua), las locas, las desinformadas, las cerroristas. Somos solo mujeres. Mujeres que hablamos en primera persona y desde nosotras mismas, conjugando las varias voces que nos componen. Mujeres que acompañamos a nuestros hombres en una pueblada que nos dignifica y nos muestra hembras rebeldes. Mujeres que tomamos la palabra, que decidimos, que ponemos el cuerpo ante la ofensiva represiva y de los camiones que pretenden entrar a destruir nuestro territorio.
Nosotras reconocemos nuestro territorio como digno para la creación, el pensamiento y la existencia y lo defendemos con prácticas de desacato y rebeldía contra un nuevo intento de recolonización, nos disponemos creativa y agresivamente a defendernos, como toda hembra que percibe el peligro que pone en riesgo la vida de sus crías ante la amenaza de un nuevo enemigo.
La historia de las mujeres siempre ha estado  invisibilizada por el sistema, al que no le conviene el cuestionamiento, el enfrentamiento y el desenmascaramiento. Las mujeres en Famatina y Chilecito hemos tomado lo público, la calle, las plazas, las rutas como escenario de una forma de participación que abre caminos retomando las luchas de mujeres silenciadas por la historia como Victoria Romero, Bartolina Sisa, Micaela Bastidas, la India Juliana. Juana Azurduy, Flora Tristán, Dolores Cacuang, Manuela Sáenz, Tania, Azucena Villaflor entre miles de mujeres negadas por el orden machista.
Locas, agitadoras, rebeldes, desobedientes, subversivas, brujas, callejeras, chuschudas, trastornadas, somos un tejido de solidaridades, de identidades, de compromisos, somos mujeres. Mujeres solteras, casadas, divorciadas, solas y acompañadas. Estudiantes, amas de casa, trabajadoras, empleadas y desempleadas. Soñadoras y seductoras. Con mas y con menos edad, todas cocinando, limpiando, amando, bailando, pintando, enamorándonos y paliándonos.  Dispuestas a luchar por nuestros pueblos, empeñadas en asumirnos como sujetos políticos para decirnos y decidirnos. Para que otros no decidan por nosotras, aceptando nuestras contradicciones, sin tratar de resolverlas enfrascándonos en una pelea por la verdad, sino mas bien creciendo a partir de ellas.
Cientos, miles de mujeres riojanas que en diferentes lugares de nuestro territorio armamos trincheras en las aulas, en nuestros hogares, en las plazas, en las rutas y en el campamento del corte de la dignidad. Estamos aprendiéndonos, estamos reconociéndonos, estamos  encontrándonos con otras mujeres que, al igual que nosotras, están de pie en Andalgala, Tinogasta, Santa María, Amaicha, Cafayate, Belén y muchos pueblos de toda la Argentina y Latinoamérica, expresión pura de lucha y resistencia  que elevan la voz ante los atropellos de los gobiernos y empresarios angurrientos de poder y avaricia.
Hoy somos cientos, miles las chuschuadas que caminamos tranquilas, en paz, despacio pero decididas. Nuestros pueblos se han vestido de rostros de mujeres, rostros de niñas y niños, de rostros de hombres; los rostros de  los pueblos, quienes llenas y  llenos  de  esperanzas, sueños, experiencias,   luchas y  resistencias, participamos orgullosos y orgullosas de esta digna resistencia que crece y se desparrama impregnando el continente como agüita fresca del Famatina.

MUJERES REBELDES, INSURGENTES, COMBATIVAS… MUJERES QUE LUCHAN…



              Por el Espacio de Generos – MPLD para el
      ENCUENTRO DE MUJERES DE LA OTRA CAMPAÑA


“Porque queremos decidir.
Porque  podemos elegir.
Porque buscamos libertad”.


Estas mujeres, nosotras, luchamos por un mundo nuevo, en el que las relaciones de opresión y de explotación dejen de existir como instrumentos de dominación de unos pocos sobre las mayorías populares. Nuestra principal tarea en este sentido, consiste en desmontar los “modos del pensar y hacer” que se han constituido social e históricamente y que sirven para la reproducción de dichas relaciones de opresión y explotación. En este camino resulta prioritario para nosotras y nosotros, como luchadoras y luchadores sociales, poder confrontar la mirada androcéntrica a partir de la cual se ha construido la historia oficial de nuestros pueblos. Este relato oficial que pone al hombre como referente universal y medida de todas las cosas, ha tenido como efecto el silenciamiento de la práctica de resistencia de las mujeres en los procesos políticos de nuestros territorios. Como luchadoras y luchadores sociales necesitamos desarticular este relato (estatal) normalizado y reconstruir nuestra historia, a partir del reconocimiento del papel destacado que hemos tenido en ella, y que hoy continuamos teniendo en la lucha por la emancipación humana. Es este un ejercicio de memoria crítica impostergable para quienes nos proponemos construir relaciones sociales de nuevo tipo, despojadas de toda forma de opresión.
A lo largo de la historia de nuestra América las mujeres hemos tenido un papel protagónico en la lucha por la liberación. La aparente limitación a la esfera privada de la casa y la familia, en contraste con la esfera pública reservada para los hombres, también ha sido subvertida a través de esta historia. Las luchas de las mujeres en Latinoamérica se remontan desde las resistencias al colonialismo y las guerras de independencia durante el siglo XIX, en las cuales muchas mujeres participaron activamente y luego reclamaron sus derechos a ser consideradas como plenas ciudadanas, o bien el reconocimiento de la autodeterminación territorial de los pueblos que integraban. En las primeras décadas del siglo XX, las maestras, las trabajadoras industriales y las campesinas cumplieron un papel crucial en las revueltas sociales para reivindicar los derechos de la clase trabajadora y en la organización del movimiento obrero anarquista y socialista. Asimismo, hemos luchado por ser incorporadas dentro de la estructura de trabajo formal, percibiendo los mismos derechos que cualquier trabajador hombre por el desempeño de las mismas tareas. Y también hemos luchado a la par de los hombres en todos los campos de batalla en los que se ha jugado la posibilidad de destruir el sistema capitalista: en el arte, en la construcción política y en la territorial comunitaria, en la teoría y en la guerra. Y por ultimo, pero no menos importante, hemos peleado por ampliar los horizontes de lo posible, ensayando nuevas formas de vida susceptibles de ser vividas, tanto en términos sociales, políticos, como sexuales e identitarios.
Nosotras fuimos y somos parte de la gestación del movimiento piquetero en nuestro país y de los movimientos sociales en toda América, desde el cual aprendimos a organizarnos, en el que nos encontramos no sólo para resistir el avance de las políticas de hambre, exclusión y desocupación perpetradas por los artífices neoliberales, sino también y fundamentalmente para oponerle la construcción de nuevas formas de organización social a partir de las cuales comenzamos a crear nuevas maneras de vivir, más colectivas, más solidarias, más libres, y comenzamos a explorar creativamente nuestras posibilidades de auto-gestionar lo que íbamos  ganando en cada lucha.
En este proceso de organización y creación de poder popular no sólo asumimos que podemos recuperar, arrancándole a los poderosos, lo que nos han quitado (un techo, la posibilidad de alimentar dignamente a nuestros hijos, un trabajo digno, salud, educación…) e ir por más. Sino también reconocimos nuestra fortaleza, nuestra capacidad de decidir, nuestra capacidad de hacer, de actuar, de elegir. Esa fortaleza que ponemos en juego en cada corte, en cada toma, en cada piquete, en cada ocupación, en cada enfrentamiento con las fuerzas represivas o patotas o punteros; la ejercemos nosotras las mujeres con nuestro cuerpo, con nuestra determinación y con la convicción de triunfar en cada batalla. Nos organizamos para defender cada uno de nuestros derechos arrebatados, y también para sustraer nuestros cuerpos del mercado.
Por todo esto el papel de las mujeres en las luchas sociales es siempre protagónico, pero también siempre silenciado por los grupos hegemónicos…
Porque cuando nos levantamos contra los poderosos, contra los explotadores, exigiendo lo que es nuestros, por el socialismo o el anarquismo, por una sociedad libre y sin patrones o por nuestros derechos laborales o nuestras necesidades mas inmediatas: un techo o alimentos o trabajo; no somos sólo luchadoras, somos mujeres y eso es muy difícil de digerir para quienes quieren perpetuar el orden capitalista y patriarcal…
 Porque si bien el capitalismo no inventó al patriarcado, las relaciones patriarcales de opresión constituyen un soporte fundamental de la opresión capitalista.  El capitalismo sostiene relaciones de explotación y de apropiación desigual de los recursos necesarios para la vida. El patriarcado jerarquiza la posición de poder del varón heterosexual, relegando a lugares secundarios a mujeres, niñas/os, ancianos/as y otras identidades. Estos lugares son secundarios en términos del reconocimiento social que los mismos tienen, pero ocupan un lugar central privilegiado en el proceso de reproducción de las relaciones sociales capitalistas. El trabajo doméstico no es reconocido plenamente como trabajo ni puesto en valor. Sin embargo, el trabajo domestico es clave en el proceso reproductivo de las relaciones sociales capitalistas.
Así las cosas, como mujeres tenemos un papel clave en la cadena total de producción y reproducción de las relaciones sociales. Por ello también tenemos un papel central por cumplir –y que hemos tenido siempre– en la construcción de un proyecto alternativo al capitalismo. Y por todo esto, nuestro reconocimiento como trabajadoras y luchadoras, pero también como mujeres libres, resulta una amenaza para las estructuras de poder. Cuando nos salimos del libreto que la sociedad capitalista ha orquestado para nosotras, resulta insoportable. Por eso nos encierran, nos queman, nos violan…por ser mujeres, en lucha, pero mujeres…  
Entonces somos protagonistas, no solamente de las luchas de mujeres, por la diversidad sexual, por el cuestionamiento del binario de género, sino en la más amplia y abarcativa batalla para poner fin a la opresión de unxs por otrxs. Por la doble opresión que vivimos, la de clase y la de género (y a veces triple o más, si somos negras, originarias, lesbianas…), estamos en una posición privilegiada para entender la importancia de esta lucha conjunta, este reconocimiento que la única revolución que vale llamarse así es la que libera a todxs de toda forma de opresión.
Es por eso que nuestra rebeldía es más profunda, en la lucha por nuestros derechos no sólo ponemos en juego la obtención de una reivindicación sino que desestabilizamos el orden social patriarcal adaptado por el capitalismo. Porque salimos del molde en el que nos pretenden contener, porque dejamos de reproducir los valores y la organización social que beneficia a los ricos, porque quebramos los mecanismos de poder, porque cuestionamos las estructuras autoritarias. Y en caso de no lograr callar nuestro grito, buscan los mecanismos para adaptarlo a lo establecido, por ejemplo convertir un día de lucha obrera en una efeméride, “Día de la mujer”, superflua y sin sentido en la que en lugar de recordar nuestra fortaleza, nuestra organización, nuestros fuerza para resistir y enfrentar la represión estatal y patronal, se nos regala una “florcita” como acto de reverencia a nuestra “femineidad”.
El día de la mujer debería ser un momento importante para reflexionar acerca del trabajo que todavía nos queda por hacer como mujeres luchadoras –y como los compañeros de esas mujeres– para transformar nuestra realidad. El socialismo sólo puede afirmarse sobre nuevas relaciones sociales sin dominación, lo cual implica la revolución en lo inmediato, en la vida cotidiana, e incluye una nueva manera de ser mujer y hombre. Como mujeres creemos que necesitamos asumir aún con mayor energía la posibilidad de unir las batallas antiimperialistas, anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales hacia una perspectiva socialista.
Por eso luchamos, por revolucionar las calles, las casas y las camas.

PARIDORAS DE SUEÑOS


Por Griselda Grillo Cugliati - Frente Popular Darío Santillán para el
ENCUENTRO DE MUJERES DE LA OTRA CAMPAÑA


A Nancy, una militante-guerrera de la vida, que amó y luchó con coraje
 hasta el último segundo, enfrentando a la muerte, dejándonos
para siempre su ejemplo.
 .

Hablar de ellas no es llenar una página en blanco. No es pensar en frases con sentido. No es ni siquiera hallar las palabras justas, que nunca lo son, aunque se acerquen un poco a la verdad. No puedo. Y sin embargo están en mí y las he habitado y recorrido en el más amplio sentido del sentido. Y que más, si me han parido y me han alimentado y formado para poder hacer algo más con esta cabeza y estas manos flacas, que ropas y comidas calientes para la subsistencia.
No puedo expresarlas sin pensarlas, sin recordarlas, sin soñarlas, sin que fluyan por el corazón.
Hay que mirar. Mirar para ver. Para verlas basta asomarse un poco por alguna ventana. O asomarse a la ventana para verlas por la calle, más  rápido o despacito avanzan… recorren, sostienen, construyen, crean, trabajan, educan, inventan y luchan.
 Las veo enseñando y aprendiendo, prolongándose hasta la médula. Las veo tomando decisiones  cruciales. Asumiendo desafíos, sorteando desafíos… viviendo la vida como un continuo desafío. Las veo discriminadas y violentadas. Las veo desplegar todo tipo de maravillas creativas, en momentos de plena oscuridad, de intrincada miseria. Infinita capacidad de mezclar lo poco con un amor indestructible para alimentar a los críos, para que el futuro exista.  Y también las veo decidir. Decidir no ser, sino renacerRomper con todo…con todo, hasta con el miedo. Las veo trabajando de una manera y de otra, buscando, haciendo, construyendo. Las veo enfrentando múltiples, diversos, complejos desafíos y las veo luchando con mil manos  en todos los planos y contra todos los males.
Cierro los ojos para que llegue el sueño?.. Paisajes y formas que se construyen frente a mí como si no fuera yo la creadora… como si una mano invisible las naciera para decir algo o para no decir nada, y sin embargo… ¿ Más abajo? ¿En los claros de nuestra esencia?  Resistir… Resistir… Resistir…  y combatir.
¿Fueron ellas las que con estas manos elaboraron alimento, ropas y dignidad hace 200 años para que el Ejército de los Andes pudiera subsistir y hacerle la libertad a buena parte de este continente?
¿Fueron ellas las que bajaron desde las montañas de Perú, de Bolivia, de todo este anchote armadas de lanzas y coraje para hacernos libres y soberanas?- “… Ellas combatían con sus hijos a cuestas o en sus vientres, con o sin sus esposos, en grupos más o menos reducidos con un coraje que a veces parecía redoblarse frente a las fuerzas del enemigo…”-
Las veo corriendo en el viento. Peleando. Combatiendo. Y también en una lucha aparentemente silenciosa, o mejor dicho, en una permanente lucha cotidiana, constante,  subterránea…
¿Y más abajo?¿En los claros de su esencia? Resistir… Resistir… Resistir…  y combatir…
Pero… ¿Qué es este lugar tan destruido y desolado?... ¿Quién provocó tanta destrucción y muerte? …Ellos. Ellos generaron estas flores podridas. Ellos tornaron este cielo en espesa agua roja. Ellos produjeron este olor putrefacto.
Pero hay algo sagrado en las grietas. La posibilidad de vislumbrar el día. Aunque digan que no es cierto. Aunque digan que no es posible. Aunque lo hagan bien duro, trágico y difícil.
¿Es verdad que se levantaron de entre las ruinas y comenzaron a construir todo de nuevo? Es verdad que se reconvirtieron en alimento?..¿ Es verdad que crearon nuevos combatientes con los mismos ojos que tenían los de antes?
 Vuelvo del sueño como de un viaje extenso-. Es cierto… es cierto… estamos nutridas de una fuerza de la tierra… de la luna… de las estrellas…-
Yo las he visto levantándose hartas de aguantar en silencio. Las he visto cansadas de poner la otra mejilla. Las he visto resistiendo, soñando, ofreciendo a todos mil alimentos elaborados en medio del trabajo cotidiano.
Pienso en ellas. En nosotras. Orgullosa de poder decir y sentirme como nosotras.
-Y más abajo?  En los claros de su esencia ?- Me veo con toda mi sangre, todas mis venas, todas mis arterias parte de ellas y soy y estoy hecha de ellas-... Con estas manos tengo que poder hacer algo más que un gran pan que les dé de comer a todos… aunque si pudiera lo haría. Juro que lo haría y pondría en él lo más sagrado y hermoso para vislumbrar el día...
Las veo corriendo libres por las calles, agitando a la multitud y tirando piedras. Sí. Tirando hermosísimas y certeras piedras que nos devolverán, por lo menos, la voluntad de soñar un futuro bien diferente.                                                                                                                                                  Abro los ojos. Pienso agitadamente. ¡Estoy realmente despierta! ¡Esto ha ocurrido!..¿O fue parte de un deseo tan profundo que se convirtió en sueño?
-¿Y más abajo?- Su esencia. El calor de un fuego alimentado por siglos. Los rasgos y las grietas de una boca abierta. Ya casi sin dientes, pero desgarradoramente abierta…- La boca que parió hijos dignos cuando parecía que era un reflejo del dolor de un cuerpo que ha soportado y resistido todo tipo de flagelos. Y que se levanta. Una y otra y otra vez...- Cierro los ojos. Las veo marchando, en una extensa e indescriptible marcha sin tiempo. Y todos sus ojos mirando fijamente a los verdugos… avanzando con un paso que le da color y forma a esta tierra.
Ellas son las libertadoras de sueños. Las grandes paridoras de sueños. Las universales, legendarias, eternas mujeres del pueblo.
 - Nosotras somos guerreras  y como guerreras peleamos. No necesitamos cuentos. No necesitamos traductores. No necesitamos mandamientos. Somos mujeres en lucha por la libertad de nuestra América y por nuestra propia libertad, desde hace más de 5oo años... -
Abro los ojos. Me inundo. No es en vano esta lucha. No lo olvidaremos nunca.
 Por todas las guerreras que alumbraron el día. Por todas las que hoy resisten. Por las paridoras del mañana.
Por Juana, por Bartolina, por Teresa, por Nancy. Por todas las maravillosas mujeres que le hicieron el amor a esta tierra  creando la lucha y el sueño. Por todas y todos. La marcha continúa. No lo olvidaremos hermanas. Nunca.


A LA MANERA DE ANTÍGONA


       por Ana María Careaga para el
ENCUENTRO DE MUJERES DE LA OTRA CAMPAÑA
                                                                                   
“Todo, todo hay en ellos: dolor, odio, persecución,   
 vergüenza, ignominia y desdén (…)!
Y ahora… ¡que hay un decreto nuevo del
gobernante que por la ciudad entera
se propala! ¿Has tenido noticia, has oído  rumores? O, ¿eres acaso la única a quien se le escapan los males que vienen tramando los enemigos contra los seres que amamos?
Antígona, Sófocles.
   
Como corolario de diversas expresiones de lucha se instituyó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. Más allá de las diferentes acciones que se recuerden, conmemoren y reivindiquen, vinculadas a esa fecha, lo cierto es que desde el punto de vista simbólico, la instauración de un día consagrado a ellas nos convoca a reflexionar sobre la materialización que esa jornada tiene en distintas prácticas históricas en nuestro país, en las que la mujer cumplió un rol destacado.
Pensar esa perspectiva vinculada a los derechos humanos nos remite frecuentemente, si de la historia reciente se trata, a la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia. En ese plano, el rol femenino fue preponderante en los años de la última Dictadura y posteriores, estrechamente ligado al carácter de la represión y directamente proporcional a ella. Es desde ese recorte que abordaré algunas reflexiones.

Antecedentes

El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, si bien significó una continuidad en relación a sucesivas alternancias de gobiernos militares y democracias formales, también constituyó una ruptura en relación a la modalidad represiva y a las tremendas consecuencias para el país y sus habitantes, respecto de las variables políticas, económicas, sociales y culturales.
Así, el golpe significó una persistencia en la represión que se venía aplicando desde grupos paramilitares y parapoliciales amparados desde el Estado y a la vez vino a sistematizar y generalizar el secuestro y el crimen como herramienta de control social.
Más de 500 centros clandestinos de detención, tortura y exterminio se constituyeron en el soporte material de ese accionar que no tuvo límites a la hora de secuestrar, torturar y asesinar a los militantes desaparecidos, sometiéndolos al cautiverio en condiciones extremas de desamparo y vulnerabilidad y despojándolos de todo rasgo humano.
Esa experiencia, en un contexto histórico de golpes en toda la región, que instaló gobiernos dictatoriales en el cono sur de América Latina, amparados por los Estados Unidos, tuvo como objetivo la reorganización social para crear las condiciones de implementación de modelos económicos neoliberales que propiciarían una acelerada concentración de la riqueza en manos de muy pocos y en desmedro de la inmensa mayoría de la población.
Pero, a pesar del logro respecto de los objetivos inmediatos del poder y su profundización y consolidación durante el menemismo en el caso de la Argentina, semejante vulneración de los derechos económicos, sociales y culturales no podía sino generar una modalidad de resistencia que habría de ser inédita también respecto de su magnitud e importancia y en la cual la mujer habría de tener un rol sobresaliente.

Las Madres de Plaza de Mayo

En el plano de las violaciones a los derechos humanos, a la vida y a la dignidad de las personas, el Terrorismo de Estado instaló prácticas represivas que no tienen precedentes en nuestro país y a cuyos agentes de aplicación se los entrenó para ello bajo la instrucción y la metodología de la Escuela de las Américas, con sede en Panamá.
Así, durante los años de plomo, la Argentina se hizo tristemente célebre con la figura de la desaparición forzada de personas. Miles de ellas fueron secuestradas de sus hogares, en horas de la madrugada, encapuchadas y engrilladas, llevadas a lugares de detención clandestinos, y desaparecidas. Sus familiares, ante esta situación y luego del recorrido “de rutina” en pos del paradero de sus seres queridos, comenzaron a idear nuevos recursos frente a una situación que los sumía en la mayor incertidumbre y angustia.
Fueron las mujeres, madres, a las que se les había arrancado parte de su ser, las que salieron al ruedo en busca de sus hijos, inaugurando una novedosa lucha en el reclamo por su aparición que habría de recorrer ejemplarmente el mundo, dejando sus casas y sus ocupaciones, a las que no habrían de retornar más. Se trataría de una lucha permanente e imprescriptible como la desaparición misma, que habría de dejar una huella indeleble en la historia de nuestro país, de la región y también a nivel internacional.
Antes de instalada la desaparición en forma generalizada y cuya cifra estimada en treinta mil es también directamente proporcional a la importancia de la resistencia impulsada, fueron también mujeres, madres, las que asistieron y acompañaron a los presos políticos que poblaban las cárceles argentinas.
Asimismo, el grado de perversión ilimitado de los desaparecedores, que además de erigirse en dueños de la vida y de la muerte de sus víctimas habrían de apropiarse de sus hijos, robándoles la historia y la identidad, duplicaría la búsqueda de esas madres que clamaban por el paradero de sus hijos extendiéndola a su condición de abuelas que aspiraban también a recuperar a los hijos de sus hijos, sus nietos.
Estas mujeres consideraron que frente a la pérdida más primaria, no tenían nada que perder y fue desde ese lugar que le dieron dimensión a su lucha.
Respecto de esta iniciativa, ellas explican que era la propia condición femenina la que podía protegerlas de correr la misma suerte que sus hijos y eran ellas las que intentaban preservar a sus compañeros convirtiéndose en vanguardia y líderes de ese reclamo, salvaguardando a su vez a sus otros familiares.
Sin embargo, aquellas mujeres, estigmatizadas por los personeros de la muerte como las locas de Plaza de Mayo, tampoco habrían de ser un límite en el procedimiento del terror. Tres de sus fundadoras fueron secuestradas, desaparecidas y asesinadas siguiendo los métodos más crueles e impensados que la dictadura de la muerte habría de idear para acabar con los valores más nobles de nuestra sociedad, así como antes otras madres, de presos políticos, también habían sido secuestradas.

Memoria, Verdad y Justicia

En el homenaje que estas páginas constituyen de hecho a la lucha histórica de las mujeres, queremos destacar la de muchas otras. Madres, abuelas, militantes, estudiantes, trabajadoras, profesionales, activistas que contribuyeron con su compromiso y entrega a generar las condiciones para que aquellos reclamos históricos en la lucha por la Memoria y la Verdad abrieran paso al camino de la Justicia.
De la tarea de investigación sobre los hechos ocurridos durante el accionar terrorista del Estado surge la persecución y la vulneración a la que fueron sometidas muchas mujeres por su condición de tales. Hoy, en los estrados judiciales, esos relatos dolorosos, que ofenden la condición humana, surgen a la luz, en un postergado acto de justicia que es profundamente traumático para las víctimas y la sociedad en su conjunto.  
Muchas veces se ha reflexionado sobre esta característica tan particular que adquirió la lucha por los derechos humanos en la Argentina. Cabe subrayar que en el despliegue y formas que fue alcanzando la represión del Terrorismo de Estado, la mujer cumplió un rol destacado y singular.
Ellas contribuyen hoy a la reconstrucción de un relato que nos habla de nuestra propia historia, y que recubre con esos testimonios una porción funesta de la tragedia argentina. Las maternidades clandestinas, instaladas en los campos de concentración como antesala de la pérdida de identidad de esos niños apropiados, muestra el paradigma de la privación contra esas mujeres militantes cautivas: su propia maternidad. Maternidad que luego se cercenaría en sus propias madres ante la falta de sus hijas e hijos, para siempre.
Se podría hablar entonces en términos de una lucha fecunda, de mujeres que reasignaron un lugar innovador a ese accionar, en relación al establecido para ellas desde una perspectiva social y cultural.
Si el discurso del amo, encarnado en este caso por el Dictador, representa un discurso único que enmascara la Verdad, las Madres devienen en fuerza reveladora de ésta, en el mismo momento en que la enarbolan como reclamo, aún si esa verdad es del orden de lo indecible.
Si planteada en términos psicoanalíticos, la incompletud, la división estructural del sujeto, es aquello que lo impulsa, podría pensarse a este impulso visceral inicial de estas mujeres, desde esa división desgarradora de su condición de madres vulnerada, como paridas entonces por esos hijos que las ilusionaron completas que, en una paradoja conmovedora, como ellas mismas señalan, las engendraron colectivamente para siempre. Generando así otra posición en la cultura. Aquí se encarna así, paradigmáticamente en lo real, la búsqueda incesante del objeto desaparecido.
Ese reclamo original que inaugura una vuelta en un círculo sin fin alrededor de la Pirámide de la Plaza de Mayo expresa una metáfora de su propia determinación de continuar la lucha por y de sus hijos.
En el marco de una represión feroz, que alcanzó a hombres, mujeres y niños; muchos de ellos hijos de una generación identificada con un proceso de cambio en un contexto histórico regional de luchas emancipatorias, comprometidos en una  práctica solidaria en pos de la equidad y en beneficio de los sectores más necesitados, las mujeres testimonian vivencias en muchos casos atravesadas por su condición de tales.
La vulneración de sus derechos, las vejaciones a las que fueron sometidas, las agresiones de las que fueron víctimas, y también sus luchas destacadas, nos convocan a una profunda reflexión acerca del papel que ellas tuvieron como tales en nuestra historia reciente.
Tal como en la tragedia de Antígona estas mujeres que no pudieron sepultar a sus hijos, fieles a aquellos Dioses, honran con su legado esa memoria. Sí, las locas, si “locura es perseguir los imposibles”*.

*Sófocles, Las siete tragedias, Antígona, Editorial Porrúa, México, 1996.